La vergüenza sentida en el propio cuerpo

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Al hablar de expresión somática hemos de referirnos en primer lugar a las clásicas conversiones histéricas. El cuerpo del histérico sugiere Tizón (2018) es un teatro de operaciones y de dramatizaciones. Son muchas sus expresiones ya sean alteraciones sensoriales o motrices, anestesias, parestesias, sorderas, manifestaciones viscerales gastritis, neurológicas como las epilepsias, embarazos psicógenos, vómitos, anorexias, fibromialgias y las famosas cefaleas, trastornos respiratorios, las clásicas disneas.

Hemos de tener en cuenta que el cuerpo en la personalidad con rasgos histéricos no es para ser cuidado y respetado. Como dirían MacKinnon y Michels (1971), es un instrumento para ser aprobado, admirado o bien protegido. De ahí el erotismo que se despliega, pero no un cuerpo para la intimidad y menos para el placer sexual.

Macdougall (1987) piensa que la personalidad psicosomática (que definieron los franceses como hiperadaptación social, pensamiento operatorio o alexitímico, donde el sujeto no conecta con sus sentimientos, incluso incapacidad de soñar, además de estados depresivos y la dificultad para fantasear todos estos aspectos considerados como una discapacidad psíquica), es una defensa contra temores narcisistas o tipo psicóticos. Es la idea que Macdougall propugna como “histeria arcaica”. Esta autora se refiere a este tipo de histeria como angustias existenciales, es decir, está en riesgo la identidad o el propio narcisismo, es decir se pone en riesgo la persona entera. Me parece interesante esta visión de lo psicosomático. Aunque se hace difícil interpretar qué quiere decir Macdougall cuando expresa “una parte del cuerpo representa a otra persona con lo que queda a salvo la identidad de uno mismo”. Como si una parte representara por ejemplo a una figura materna o incluso como si una parte del cuerpo fuera propiedad de una figura materna, y el sujeto se dijera a sí mismo “esa parte no soy yo”.

Desde otras corrientes donde se contempla lo psicosomático como parte de un proceso disociativo se entiende que hay que buscar la parte que somatiza. Además, se entiende que muchas partes somatizadoras son las que tienen los recuerdos más traumáticos o dolorosos. Por ejemplo, un caso de una mujer X que tiene una inmovilidad involuntaria del cuello, tanto es así que se ladea automáticamente cuando se le pregunta y ella misma tiene que colocarse el cuello, pero no le duele. Es como no mirar de frente. Su madre le pegaba con frecuencia en la infancia, una madre con rasgos sádicos. Cuando el cuello se tuerce, ella siente como una nube que se carga y le cae un líquido que le corre por la cara. Lo que corre por la cara, pero no corre porque no brota supongo son las lágrimas. Pero unas lágrimas que parecen correr por dentro pero no por fuera. Ella nunca dice lágrimas dice un líquido que corre por la cara. Como si fuera un drenaje dice.

En este caso anterior, las emociones no estaban permitidas en su infancia. Es como el caso Tim, que describe Macdougall en el texto anterior. Tim no pudo llorar la muerte de su padre cuando era un niño porque su madre tampoco lo hizo. Estaba prohibido llorar. La frase que McDougal describe es “cuando el dolor no encuentra salida en las lágrimas son otros órganos los que lloran”.

Tim no pudo llorar el duelo de su padre, su madre se lo prohibió cuando murió su padre. Tim se identificó con su propia madre, es decir un adulto frío y distante de sí mismo. Tim soñaba ser torturado por la Gestapo alemana y eso le procuraba placer. Es como el ideal del yo de su madre para poder así ser querido (ideal de ser fuerte y no sentir). Quizás Tim sintió la culpabilidad del infarto y muerte de su padre por su mal comportamiento y su rebeldía. Una rebeldía ante la asfixiante cárcel alexitímica que exigía su madre. Tim siempre tuvo la esperanza de ser rescatado de esa cárcel por una madre que nunca le salvó. Después la esperanza recayó sobre la otra, la sustituta, sobre su mujer a quien culpabilizaba inconscientemente por no contenerle, por no contenerle el placer compulsivo de fumar.

Tim necesitaba fumar compulsivamente ante cualquier atisbo de culpa, dolor o angustia o bien ante pensamientos conflictivos cuya ira y culpa le aniquilaba. Hemos de entender que la adicción se generaliza y sirve para cubrir cualquier tipo de malestar o incluso bienestar. Tim fumaba dos paquetes de tabaco diarios. McDougal le señala “te esfuerzas por probar que a nadie le importas” “Le dices a tu mujer que no fume, pero haces por los demás lo que te niegas a hacer por ti mismo”. Tim padecía un desamparo alexitímico interior que le vaciaba.

Tim sufrió un grave infarto. Tim decía que si su madre le hubiera permitido llorar la muerte de su padre y permitirme llorar con ella quizás aquel infarto no hubiera ocurrido.

Vemos en ambos casos Tim y la señora X y en otros muchos casos, la ausencia de una imagen maternizante que pueda ocuparse de las excitaciones, dolores y sufrimientos que pueda contener estas angustias. El no poder ocuparse de uno mismo, de su vida interior. En estos momentos, cuando alguien es incapaz de tramitar el sufrimiento, aparecen soriasis, alcohol, dolores, contracciones, cefaleas, etc. que parecen ser el sustituto de ese maternaje. No hay un entorno que maternice y en su lugar dirá McDougal aparece el normópata o el falso self como dice winnicott, más regulado por normas y por un aparato psicosomático difícilmente penetrable.

En los dos casos que he mencionado todo pasa dentro, sin conciencia de lo que ocurre. El corazón de Tim llora por dentro y la señora X llora también por dentro. Se desahoga por dentro. En ambos casos las emociones no estaban permitidas en la niñez. La señora X no responde con la palabra, sino que lo hace su cuerpo, su cuello al ladearse. Es decir, no puede mirar de frente. Cuando mira para dentro para comprobar cómo se siente simplemente su cuello se ladea. Quizás esa parte interna de la señora X tiene miedo y dobla la cabeza. Esta sería la parte conversiva. Son como las angustias que describe McDougal, angustias tipo histeria arcaica, angustias de existencia que sobrepasan al individuo, relacionados con fuertes sentimientos de vergüenza. Y como sabemos la vergüenza intensa está relacionada con la identidad, con el narcisismo y la sensación de que algo dentro de nosotros no está bien.

Podemos pensar entonces cómo lo somatomorfo o las respuestas somáticas están relacionadas con aspectos del trauma. Por ejemplo, una mujer tenía la sensación de sentir una bola en la garganta y la imposibilidad de tragar o bien el bolo lo notaba en el estómago.

Una parte que contenía el miedo vivido en momentos traumáticos y la explosión de sensaciones que ocurrieron en el momento del trauma. Son los recuerdos somáticos en el cuerpo. Ese bolo también contenía mucha rabia y a continuación venía el vómito psicógeno. Recuerdos donde aprendió a echar la rabia a través del vómito le dije.

Otra de las manifestaciones psicosomáticas de nuestra época es la fibromialgia como un estado hiperalgésico que como causa más probable es una disfunción entre el cerebro y médula y cómo éstos procesan disfuncionalmente el dolor y el déficit en neurotransmisores como dopamina y serotonina.

Ramos G. (2012) nos muestra cómo el dolor del cuerpo y la fibromialgia va sucumbiendo cuando la palabra entra en acción. Por ejemplo, una mujer cuyo marido es exitoso e hiperactivo, ella pretende complacerle, pero eso requiere mucha energía y ella queda derrotada por el cansancio. El cuerpo rechaza y hace huelga. Ella quiere mostrarse poderosa como un gran sunami, pero tiene un discurso medicalizado que combata sus dolores, ella es víctima y le saca su jugo. Pretende existir desde una imagen bondadosa y entregada, pero habla de una vida vacía de afectos y sintonías. No puede hablar de las perturbaciones de su padre y de su abandónica madre. Ella frustrada bailarina se defiende desde la coraza del cuidado y orientadora de otros.

Otra paciente se refugia en el espíritu positivo e ideal de la vida. Ella no se ampara en el victimismo incluso cuando tendría motivos para hacerlo. Su madre una mujer fría e insensible que no la miraba y cuyo reclamo para conseguir un poco de afecto fueron algunas crisis histéricas en la infancia. Esta mujer aprendió que sólo se consigue un poquito de afecto cuando uno enferma, causa y expresión de muchos trastornos alimentarios.

Otra mujer también con fibromialgia alega que siempre se sintió mal pero peor desde la muerte de su madre con la que siempre tuvo un vínculo difícil. Madre que no la trató bien y que invalidó constantemente. Para su madre su hermano era el preferido y a ella le dirigía una mirada insensible y dura. A cambio ella debía prestarle sumisión y obediencia. Vemos entonces cómo se va estructurando una infancia infeliz y una imagen deficiente de su valor y atractivo femenino, es decir, de su identidad global. Al morir su madre queda sumida en una fuerte depresión y aparecen síntomas físicos cefaleas, dolores abdominales, contracturas…una explosión o brote somático que lucha por quedarse y aparece la fibromialgia. Recordemos que el brote somático aparece como defensa ante el dolor mental.

Esta mujer repite esquemas porque aquello que no puede ser tramitado vuelve como un asunto pendiente a actualizarse en el presente, como se suele contar en Gestalt, o como diría Freud aquello que no puede ser pensado vuelve a actuarse porque pugna por salir, pugna por resolverse. Pese a ser una mujer competente y responsable en su trabajo repite el patrón vincular y es maltratada por una jefa que vuelca sobre ella todo tipo de recriminaciones sintiéndose inútil e incompetente. Mientras que la paciente se esfuerza aún más por complacer a esta jefa (es característico de lo que el DSM-V trata como trastorno dependiente de la personalidad, ante el riesgo de abandono la persona es capaz de someterse aún más. Diferente al trastorno de personalidad histriónico o histérico que suele actuar dramatizando estos miedos y finalmente se deprime, y el trastorno límite que se enfurece o se auto agrede).

Vemos entonces cómo la paciente ante estas agresiones responde intensificando aún más los brotes clásicos de fibromialgia. Es decir, la dificultad para tramitar la rabia ante la imposibilidad de complacer a su jeja como antes lo había sentido con su madre. Con la esperanza de ser acogida en algún momento. Continuas bajas laborales llenas de rabia, vergüenza que descarga sobre su cuerpo y si se me permite, de venganza inconsciente ante su jefa que no desea en realidad. No obstante, hay una dificultad para asociar la rabia, el sufrimiento laboral y el sufrimiento somático porque nada se piensa y todo se descarga en el cuerpo.

Otra paciente que había sufrido maltrato en su infancia, después lo sufrió por su pareja en la adultez, combina diferentes enfermedades psicosomáticas. Ella señala que es una persona independiente. Le señalo que su dependencia consiste en hacer dependientes a los demás. Al preguntar por qué mantuvo una relación con alguien que no la trataba con cuidado, señala que fue el miedo y a continuación señala una motivación más profunda “creí que nadie me iba a querer” como así se lo había señalado su cuidador y su propio agresor. Aquí podemos introducir la vergüenza, como si algo defectuoso habitara en el interior. Y por tanto la vergüenza del propio cuerpo en los trastornos psicosomáticos.

Una de las escuelas que estudiaron el fenómeno psicosomático es la escuela de París. Reflejaban una de las características de estas personalidades como es la hiperadaptación social. McDougal hablaba de normópatas. Son personas muy responsables, hiperadaptadas al entorno que muchas veces tratan de cuidar a los demás, de refugiarse detrás de estas supercorazas, pero con mucho miedo a la intimidad, desafectivizados y con fuertes sentimientos de vergüenza y de rechazo al propio cuerpo.

Recordemos el caso de Tim o la señora X que se avergüenzan de sus propias lágrimas porque no fueron autorizados a expresar su tristeza. El entorno rechazó la expresión del dolor o bien la vergüenza, en otro caso, expresada en esta frase, “creí que nadie me iba a querer”. El denominador común en la mayor parte de los casos, como vemos, es la ausencia interna de una madre suficientemente buena y contenedora que pueda tramitar las angustias y los afectos.

Durante el desarrollo recibimos sobre nuestro cuerpo todo tipo de miradas y de expresiones que quedan constituidos en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Aquellas etiquetas que más afectan son las que proceden de nuestros primeros cuidadores. Entonces la vergüenza se transforma en un sentimiento central en nuestra identidad porque se trata de la idea que tengo de mí mismo y de la idea que creo tienen los demás sobre mí.

Si la vergüenza es muy intensa posiblemente pensaré que los demás me van a rechazar y entonces tendré miedo a que me avergüencen. Si la vergüenza es sobre mi cuerpo lo ocultaré, será mi enemigo y desconectaré mis emociones, posiblemente descargaré sobre él todas mis angustias como si fuera un vertedero. Cualquier mensaje que me mande el cuerpo será sistemática y suspicazmente tratado como un enemigo. Trataremos al cuerpo como defectuoso e intensificaremos la vergüenza y las expectativas negativas que los demás tienen de nosotras.

Sabemos que el antídoto contra la culpa es el perdón, como sabemos que contra la vergüenza es la aceptación. Si me avergüenzo nunca mostraré lo más real de mí mismo. El miedo a la vergüenza o la vergüenza a sentir miedo o la rabia que me da sentir vergüenza o la vergüenza que me provoca la rabia (vemos cómo unas emociones están relacionadas con otras) se va transformando en la relación con los cuidadores. Si los cuidadores avergüenzan o lanzan mensajes descalificadores la tensión aumenta y la sensación de seguridad interna se diluye. Nos generan déficits y estos déficits van a intensificar los sentimientos vergonzosos. Sobre nosotros y nuestros cuerpos.

De esto se trata la relación terapéutica. Poder expresar lo que antes solo se expresaba con el cuerpo. Pero para poder estar ahí y transformar, es necesario pasar por emociones como la vergüenza. Pasar con respeto por aquellos momentos que no se pudieron pensar ni tramitar ni contener. Aquello que pasó directamente al cuerpo en el pasado, sin conciencia del dolor mental, se hace presente en el aquí y ahora. Alguien puede pensar en sensaciones corporales que le van a matar como un cáncer, pero no puede decir “eso me pasó a mí, yo viví situaciones y sensaciones donde sentí una vergüenza enorme y tanto miedo que pensé me iba a morir de soledad”.

En la relación terapéutica se pueden transformar los afectos. Pero los afectos sólo podrán ser expresados y tolerados si poco a poco vamos anticipando la aceptación de aquel que nos escucha. Esto es, que al expresarlos no vamos a ser abandonados, avergonzados, criticados o rechazados. El miedo y la vergüenza que están en la base de muchos trastornos ya sean alimentarios, somáticos, dependencias, etc. Pueden tramitarse desde la conexión emocional para convertir progresivamente la tensión corporal en mayor relajación vital y aquello que consideramos déficits o defectos personales puede ir convirtiéndose en aceptación.

Es decir, aquello que se consideraba un defecto vergonzoso, puede cambiar y transformar nuestros afectos, convertirse en parte de nuestra singularidad como seres humanos, cambiar nuestra manera de mirarnos para sentirnos más compasivos y cuidadosos con nosotros mismos y cambiar la imagen que creí, tenían los demás sobre mí.

  • (2012). Fibromialgia: de la identidad en la nosografía a la rementalización del sufrimiento. Una experiencia de cinco años de trabajo grupal desde una perspectiva intersubjetiva. Aperturas Psicoanalíticas 42. (Revista por Internet: http://www.aperturas.org).
  • McDougall, J. (1987, 1991). Teatros del cuerpo. Madrid: J. Yébenes. Capítulos: Introducción y Cap. 1, Capítulos 8 y 9 [Caso Tim].
  • Mackinon,R.A. y Michels,R. (1971). psiquiatría clínica aplicada. México: Interamericana.
  • Velasco, R. (2010). Dismorfofobia o vergüenza del cuerpo. Clínica e Investigación Relacional, 4 (1): 208-220.
  • Tizón, J.L. (2018). Apuntes para una psicopatología basada en relación. Barcelona: Herder.

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