El embarazo y el puerperio son etapas muy fructíferas para el crecimiento personal. Es un periodo de la vida para aprovechar al máximo y resulta una ocasión especial para la transformación personal y la superación de nuestras asignaturas pendientes. Invertir en una psicoterapia en éstas etapas es especialmente importante, tanto para el progenitor como para el hijo, porque ejercemos de padres lo mejor que podemos según las vivencias en la propia infancia, nuestra historia personal y el nivel de conciencia que tenemos de nosotros mismos.
En el enfoque gestáltico encontramos apoyo y acompañamiento para atravesar nuestra maternidad o paternidad con conciencia, presencia emocional y bienestar. El contacto profundo con nuestro bebé es una valiosa oportunidad para acceder a nuestro mundo interno. Los adultos aprendimos a desconectarnos de nosotros mismos, pero el bebé viene al mundo conectado con sus sensaciones y sus necesidades. Los padres podemos aprender mucho con nuestro bebé porque en la relación con el pequeño emergen emociones y salen a la luz vivencias de la propia infancia que necesitamos escuchar para crecer como personas.
Resulta interesante comenzar un proceso terapéutico cuando empezamos a conectar con el deseo de ser madre o padre. Convertirnos en madre o en padre puede ser una vivencia profundamente empoderante y llevarnos por un camino satisfactorio de realización personal. No obstante, nos interesa saber si nuestras expectativas están basadas en una fantasía o en nuestras auténticas necesidades y deseos. Muchas personas seguimos fantaseando con una maternidad idealizada, romántica y perfecta que nos va a proporcionar felicidad y satisfacción constante. La realidad es que la maternidad puede resultar una vivencia transformadora y gratificante, pero al mismo tiempo es una gran responsabilidad. La maternidad no siempre es un camino de rosas, supone también una pérdida de libertad personal y de tiempo propio. Suele implicar dejar de realizar algunos de nuestros proyectos personales durante varios años, mientras cuidamos y atendemos generosamente a otro ser. También conviene revisar en terapia si nuestra relación de pareja es funcional y satisfactoria porque, la calidad de la relación entre los progenitores como pareja, influirá en el desarrollo del hijo.
El embarazo es un tiempo de maduración del bebé y también un tiempo de preparación de los padres para hacernos cargo de la criatura y asumir nuestro nuevo papel. En la etapa del embarazo, la gestante y el feto son una constelación maternal, son uno y son dos a la vez, fusionados emocionalmente, en simbiosis. Es importante saber que ésta fusión madre-bebé, continúa después del parto. También es importante saber que las emociones que no encuentran un cauce consciente, se somatizan. Por el fenómeno de la fusión emocional, el bebé manifiesta todas las emociones, las suyas y también las nuestras, sobre todo las que los padres no reconocemos conscientemente. Por eso entendemos que reparar aspectos profundos de nuestra propia historia, es un trabajo de prevención para el bebé, porque inconscientemente transmitimos lo automático, que no siempre nutritivo, de generación en generación. Atender nuestras emociones e integrarlas con conciencia, resultará enormemente beneficioso para nosotros mismos y para nuestro bebé.
Un parto siempre es una experiencia impactante. Cuando su ritmo es respetado con sensibilidad y tenemos la oportunidad de vivir activamente el proceso, es sentido como un potente logro transformador. La situación neurohormonal y de vulnerabilidad y apertura en la que nos hallamos durante el parto, nos hace especialmente sensibles al ambiente y al trato recibido. Cuando hemos tenido una experiencia intensa, necesitamos hablar de lo que nos pasó, poner conciencia, elaborar e integrar nuestra vivencia.
El primer año de vida es considerado un periodo de embarazo extrauterino, una etapa caracterizada por la fusión emocional, que hemos comentado anteriormente, entre madre y bebé. En los mamíferos en general, las primeras horas posteriores al parto se considera un periodo crítico en el proceso de creación del vínculo entre progenitor y cría. Al comienzo de la vida se construyen la confianza básica y la capacidad de amar, a través de la íntima relación con la persona que realiza el maternaje. Lo que el bebé necesita es contacto, presencia y seguridad para que toda su energía quede disponible para el crecimiento. Las madres también necesitamos al bebé y nos sentimos mujer adulta y bebé simultáneamente. De manera natural recuperamos situaciones que nos conecta emocionalmente con etapas pre-verbales y emergen aspectos de la niña que fuimos. Este fenómeno facilita que sintonicemos con nuestro bebé, ayuda a descodificar las señales del bebé y adecuar nuestras respuestas a las necesidades del pequeño.
Comprender los espacios emocionales que transitamos las madres y los padres durante el embarazo, el parto y la crianza de los hijos, es clave. Un padre también puede experimentar una crisis, sobre todo, como a veces ocurre, se ve con un rol indefinido y desenfocado. Es más probable que un padre decida comprometerse y vincularse si comprende que su papel es fundamental. La función paterna primero es de sostén emocional, entre el nacimiento y los dos años. Sostener la maternidad significa apoyar emocionalmente a la madre para que ella pueda sostener emocionalmente al bebé. Cuando el padre protege la díada y facilita la fusión madre-bebé, se fortalece el vínculo en la pareja. Y a medida que el bebé va creciendo, necesita cada vez más el contacto con su padre, que le da apoyo y seguridad para salir a explorar el mundo. En esta fase, los padres retoman un vínculo recíproco de apoyo entre ellos, y ambos sostienen la crianza del niño. Por eso es tan importante visibilizar al padre y su mundo emocional también, para que pueda atravesar las dificultades que surgen de una manera consciente.
En una terapia vivencial como es la Gestalt, los padres podemos aprender a ser más conscientes y responsables de nuestra experiencia, para poder comunicarnos y acompañar a nuestros hijos de manera afectuosa y con una actitud respetuosa. Interiorizar una actitud parental que favorezca un desarrollo psicoafectivo sólido en el niño, no se consigue sólo a nivel intelectual, es decir, no basta con repetir una serie de recetas de comunicación. Una actitud no se aprende en un libro, una actitud se aprende en relación, en contacto. Los padres muchas veces nos encontramos con un entorno lleno de opinólogos y supuestos expertos que cuestionan nuestras formas de llevar la crianza de los hijos o nos indican cómo debemos hacer las cosas. La información que nos aportan los profesionales suele ser muy valiosa, nos da una referencia y puede servir para orientarnos, no obstante siempre es fundamental escuchar nuestras intuiciones y dar importancia a nuestras necesidades específicas. No hay una única manera de hacer las cosas y cualquier práctica, también la crianza respetuosa, hay que adaptarla a lo que conocemos de nosotros mismos, a nuestro ambiente y a nuestras diferentes situaciones vitales.
En Gestalt se legitiman la escucha interna, las emociones y nuestra intuición. Se apoyan las expresiones instintivas de la maternidad para que recuperemos nuestra capacidad de contacto real con nuestras necesidades y poder sintonizarnos emocionalmente con las del bebé. Para vivir la maternidad y la paternidad con plenitud, es fundamental aceptar a la madre o al padre real que somos, de carne y hueso, para poder valorar lo que funciona satisfactoriamente y también poder reconocer nuestros límites y dificultades. La revolución hormonal, emocional y la experiencia de la crianza, es una oportunidad especial para un camino de apertura y de crecimiento personal.
Cuando los padres contactamos con nuestras vivencias tempranas y tomamos conciencia de nuestras necesidades, también estaremos más sensibles y receptivos para percibir las necesidades del bebé, y por eso, según avance la terapia, la experiencia relacional que co-creamos los progenitores y el bebé irá siendo más empática, respetuosa y saludable. Cada persona decide si quiere vivir su proceso de maternidad o paternidad concientemente, indudablemente es un esfuerzo que merece la pena.
Artículo elaborado Erika Kjallander.