¿Por qué repito siempre el mismo tipo de pareja? ¿Por qué siento que me asfixio cuando hay intimidad? ¿Por qué tengo un miedo atroz a que me abandonen ante el menor conflicto?
Las respuestas a estas preguntas suelen encontrarse en nuestros primeros años de vida, en la forma en que fuimos cuidados, mirados y sostenidos. Esto es lo que la psicología llama Teoría del Apego.
En el IPG de Madrid, entendemos que no se puede hacer una Terapia Gestalt completa sin tener en cuenta estas heridas primarias. Por eso, nuestro enfoque es integrador: fusionamos la potencia del «aquí y ahora» de la Gestalt con la comprensión profunda de los estilos de apego.
Dime cómo contactas y te diré tu apego
En Gestalt, el concepto central es el Contacto: la capacidad de interactuar con el entorno y con los otros satisfaciendo nuestras necesidades. Curiosamente, los estilos de apego no son más que patrones fijos de contacto que aprendimos de niños para sobrevivir. Lo que un día fue una solución inteligente (aislarse para no sufrir, o gritar para ser visto), hoy se ha convertido en un problema en nuestras relaciones adultas.
Así es como se ven los estilos de apego bajo la lente de la Gestalt:
1. El Apego Evitativo (La retirada prematura)
Son personas que aprendieron que necesitar al otro es peligroso o inútil. En terapia Gestalt, observamos que tienen dificultades para sostener el contacto: se retiran antes de tiempo, intelectualizan las emociones y tienen el cuerpo rígido.
- El trabajo terapéutico: Consiste en crear un espacio donde la intimidad no sea invasiva. Ayudamos a la persona a «bajar al cuerpo» y descubrir que, hoy en día, puede necesitar y depender de alguien sin perder su identidad.
2. El Apego Ansioso/Ambivalente (La confluencia)
Es el estilo de quien vivió un cuidado inconstante («a veces sí, a veces no»). En el ciclo de contacto gestáltico, estas personas tienden a la confluencia: se funden con el otro, pierden sus propios límites y viven en estado de alerta (nerviosismo) escaneando señales de abandono.
- El trabajo terapéutico: Trabajamos el auto-apoyo. El objetivo es que el paciente descubra que puede sostenerse sobre sus propios pies, diferenciándose del otro sin que eso signifique el fin de la relación.
3. El Apego Desorganizado (El caos en el contacto)
Ocurre cuando la figura de cuidado era a la vez la fuente de miedo. Esto genera un colapso en la capacidad de contactar: la persona quiere acercarse pero se aterra al hacerlo.
- El trabajo terapéutico: Aquí la seguridad y el ritmo lento son vitales. La Gestalt ofrece un «re-parentamiento», reconstruyendo la sensación de seguridad básica que nunca existió.
La Terapia como una «Base Segura»
Lo revolucionario de unir Gestalt y Apego es que no solo «hablamos» sobre lo que pasó en la infancia. Lo reparamos en vivo, en la relación terapeuta-paciente.
La neurociencia nos dice que el cerebro es plástico y que los modelos de apego se pueden reconstituir. A esto se le llama «Apego Reconstituidodo». ¿Cómo lo logramos en el IPG?
- A través del Vínculo: El terapeuta se convierte en una figura de apego temporal, estable y coherente. Al experimentar una relación donde no se te juzga, no se te abandona y no se te invade, tu sistema nervioso empieza a aprender una nueva forma de estar con otro.
- Experiencia vs. Narrativa: No nos quedamos solo en la historia. Si sientes ansiedad en la sesión, trabajamos con esa ansiedad aquí y ahora. «Darse cuenta» de cómo me cierro o cómo me aferro en el momento presente es el primer paso para cambiar el automatismo.
- Regulación Corporal: El apego vive en el cuerpo, no en la mente. Trabajamos para regular ese sistema nervioso (evitativo, nervioso o desorganizado) para que aprenda a transitar la calma y la conexión.
Una mirada integradora en el IPG de Madrid
No todos los centros de Gestalt trabajan con esta profundidad diagnóstica y vincular. En el IPG de Madrid, creemos que la Gestalt Contemporánea debe incluir esta mirada.
Nuestro objetivo no es solo que resuelvas tus problemas actuales, sino ayudarte a transitar hacia un Apego Seguro: la capacidad de estar solo sin miedo y estar acompañado sin perderte. Porque sanar el vínculo es, en última instancia, sanar la capacidad de poder amar (se) y dejarse amar.
Nacho Martín
Psicólogo y Formador del Equipo del IPG











