Introducción
El periodo estival, entendido como una transición temporal hacia una mayor disponibilidad de tiempo libre, cambios de rutina y aumento de interacciones sociales, plantea desafíos y oportunidades significativos desde el punto de vista psicológico. Aunque suele asociarse a descanso y disfrute, también puede activar sentimientos de vacío, soledad, ansiedad anticipatoria y conflictos no resueltos que emergen ante la interrupción de las estructuras habituales.
En este contexto, la terapia Gestalt ofrece un encuadre clínico y existencial pertinente para acompañar a los pacientes en la preparación emocional del verano, favoreciendo el contacto con sus verdaderas necesidades y la integración de experiencias previas aún inconclusas.
El periodo estival como fenómeno psicológico
El verano, más allá de su dimensión climática y cultural, representa una ruptura con el ciclo cotidiano. Este quiebre puede vivirse como liberador o desestabilizante dependiendo del ajuste entre las expectativas, los recursos internos del sujeto y su capacidad para sostener el vacío emergente. Estudios recientes han mostrado que los trastornos afectivos, los episodios de angustia existencial y las conductas impulsivas tienden a incrementarse durante esta estación, especialmente entre adolescentes y adultos jóvenes (Smith et al., 2021).
Desde la perspectiva gestáltica, el verano puede conceptualizarse como una frontera-contacto amplia, donde el sujeto es llamado a reorganizar su experiencia sin los referentes del rol laboral, académico o familiar estructurado.
Este estado transicional exige una revisión de figuras de fondo inconclusas y una ampliación de la conciencia hacia las polaridades internas (ocio/productividad, descanso/culpa, deseo/temor).
Fundamentos gestálticos aplicados a la preparación estival
La terapia Gestalt, centrada en el aquí y ahora, el darse cuenta y la responsabilidad personal, propone un abordaje que no evita el malestar estacional, sino que lo acoge como oportunidad de autorregulación y ajuste creativo. Robine (2014) y Perls (1947/1975) destacan que la interrupción de una figura, cuando no se completa por el cierre de la Gestalt, deja residuos energéticos que se reactualizan en momentos de baja estructuración como el verano.
Intervenciones clínicas posibles incluyen:
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Trabajo anticipatorio con proyecciones: Acompañar al paciente en la exploración de sus fantasías sobre el verano, ayudándole a distinguir entre deseos auténticos y mandatos introyectados.
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Exploración del vacío fértil: Utilizar técnicas como la silla vacía o el diálogo con polaridades para trabajar los sentimientos de desorientación o temor al tiempo libre, promoviendo la integración de partes escindidas del self.
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Apoyo en el diseño de rutinas flexibles: Sin imponer estructura, se facilita el contacto con la necesidad de límites autogenerados que protejan del exceso de dispersión o hiperestimulación.
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Acompañamiento del proceso de individuación: Para muchos pacientes, especialmente en edades jóvenes, el verano representa un espacio de autonomía relacional. El terapeuta puede facilitar el trabajo de diferenciación y expresión de los propios límites, deseos y proyectos.
Dimensiones existenciales en la vivencia del verano
Desde una lectura existencial, el verano confronta al sujeto con la temporalidad y con la efimeridad de la experiencia. La ausencia de ocupaciones puede poner en primer plano preguntas sobre el sentido de la vida, el tiempo que pasa, los vínculos significativos o el miedo a perder lo que se tiene. Frankl (1984) sugiere que asumir lo efímero de la existencia no implica resignación, sino una afirmación radical del instante vivido. En este marco, el terapeuta gestáltico se convierte en un testigo activo del proceso de contacto del paciente con su verdad presente.
Implicaciones para la práctica clínica
Incorporar la preparación estival en el encuadre terapéutico implica un trabajo preventivo que honra el ritmo del proceso terapéutico y fortalece la función del self. Entre los recursos clave se encuentran:
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El uso del cuerpo y el entorno sensorial como puertas de entrada a la vivencia estacional (trabajo con sensaciones de calor, movimiento, expansión).
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La integración del grupo terapéutico o talleres breves pre-vacacionales, donde se comparten expectativas, miedos y deseos respecto al verano, ayudando a metabolizar lo emergente de forma simbólica y creativa.
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El acompañamiento en el cierre o la pausa del proceso terapéutico, cuando el paciente interrumpe temporalmente las sesiones por vacaciones, cuidando que dicho cierre no reactualice vivencias de abandono o desconexión abrupta.
Conclusión
La terapia Gestalt ofrece una plataforma idónea para la preparación emocional del periodo estival, favoreciendo una vivencia consciente, autorregulada y significativa del tiempo libre. Lejos de concebir el verano como una pausa terapéutica, lo integra como parte activa del proceso de transformación, donde el vacío puede volverse fértil, la expansión puede encontrarse con el límite, y el descanso puede ser un espacio para el reencuentro con el propio sentido.
Referencias
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Frankl, V. E. (1984). Asumir lo efímero de la existencia. Herder.
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Perls, F. S. (1975). Yo, hambre y agresión. Fondo de Cultura Económica. (Original en inglés, 1947).
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Robine, J. M. (2014). Terapia Gestalt: la vía del vacío fértil. Bilbao: Desclée de Brouwer.
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Smith, T., Nguyen, L., & Keller, M. (2021). «Seasonal patterns of mood and anxiety disorders: a meta-analytic review.» Journal of Affective Disorders, 279, 326–334.